Comenzamos el mes de septiembre con una reflexión sobre la 2da Guerra Mundial, que comenzó el 1ro de septiembre del año 1939 y este año cumple 80 años de su inicio. Creo que el tema, aunque doloroso, es aleccionador; el mundo civilizado no puede permitir una 3ra Guerra Mundial, donde no habrá vencedores, sino todos seres derrotados. No podemos permitir que la cultura del odio venza a la cultural del amor.
La Biblia dice que Dios es amor (1ra Juan 4:8), si el ser humano es criatura de Dios debería llevar en su ADN ese sentimiento de amor, pero, lamentablemente, no es así. Lo que vemos y oímos es todo lo contrario. La hoguera del odio cada día consume más vidas, más naciones, más recursos, etcétera. Hay violencia por todas partes, violencia doméstica, violencia escolar, violencia callejera, violencia religiosa, hasta violencia deportiva. Vivimos en una sociedad violenta. Dice una estadística que en los 6000 años de historia probable de la humanidad, solo hemos tenido 30 años de paz relativa. Tal parece que el oficio que más aman los hombres es la guerra; en este país el uso indiscriminado e incontrolado de las armas de fuego ha causado muchas muertes y lágrimas. Nunca podremos olvidar la masacre de Parkland ocurrida el 14 de febrero del año 2018, allí perecieron 17 personas inocentes a manos de un pistolero psiquiátrico que había obtenido legalmente todo su arsenal de guerra. Muy cierto que hay una enmienda constitucional que lo permite. El argumento usado por sus defensores es que es una manera de protección para que la población se defienda contra delincuentes o contra gobiernos dictatoriales. La idea parece buena, pero en la práctica es un boomerang que se vuelve contra nosotros. Han muerto más personas por el uso de armas de fuego en el país en un año que los militares que murieron en la guerra de Afganistán en casi 20 años ¡algo hay que hacer! Lo primero es dejar de enseñar a nuestros hijos sobre el uso de armas de juguetes, no hay niño que no tenga una escopeta de juguete a su alcance. Recordemos que los niños de hoy son los adultos de mañana. Enseñemos a nuestros hijos lo que Jesús enseñó «Amaos los unos a los otros» (Juan 15:12)
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El mes de septiembre es dedicado en muchas iglesias evangélicas a enfatizar la importancia de la música. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que la música es un lenguaje universal.
Recuerdo que siendo pastor de La Primera Iglesia Bautista de Caibarién, provincia de Las Villas en Cuba, recibimos la visita de un pastor bautista soviético, venía de la remota república asiática de Uzbekistán. Hicimos arreglos con las autoridades locales para conseguir un traductor de ruso para la ocasión, todo parecía marchar bien hasta que el Partido Comunista se enteró y me bloqueó la ayuda del traductor. Milagrosamente Dios proveyó un traductor aficionado que conocía el idioma y estaba de visita esa noche. Recuerdo que al comenzar el servicio cantamos varios himnos como es costumbre; el invitado ruso no entendía la letra pero se veía que entendía la música, porque la música es un lenguaje universal. Por cierto, sería bueno destacar, que muchos de los grandes músicos del mundo han salido de iglesias cristianas; inclusive algunos que después brillaron en el mundo de la música popular, como Elvis Presley, salieron de iglesias cristianas. La música ocupa un lugar muy destacado en La Biblia, el pueblo de Israel valoraba mucho la música; su rey más amado, David, tocaba el arpa y compuso la mayoría de los salmos que eran canciones que cantaban en la época. A través de la historia cristiana la música ha ocupado un lugar preeminente, no es casualidad que el nacimiento de Jesús fue anunciado por un coro celestial (Lucas 2:13-14). Pablo y Silas mientras estaban presos en una cárcel romana en la ciudad de Filipos, dice La Biblia, cantaban himnos a media noche (Hechos 16:30). El gran reformador Martin Lutero usó su famoso himno Castillo Fuerte es Nuestro Dios para inflamar los corazones de millones de seguidores, que llevaron la luz del evangelio en medio de la noche oscura del romanismo que inundaba Europa. Dice el viejo refrán cubano que «El que canta sus males espanta», lo cierto es que la música es de Dios, aunque a veces el diablo también lo usa. Cuidado en cómo usamos esta bendición, que puede convertirse en una maldición. Todos los meses del año recogen las fechas de nacimiento de grandes hombres que han hecho aportes a la historia. Septiembre no es la excepción. Veamos algunos de los personajes nacidos este mes, que como siempre, algunos son positivos y otros negativos. Usted hará sus propias conclusiones al respecto.
6 de septiembre del año 1757 nació en Francia el ilustre Marqués de Lafayette, famoso soldado de la libertad, que ayudó a las 13 colonias en su lucha por la independencia de Inglaterra. 9 de septiembre del año 1585 nació en Francia el famoso cardenal Richelieu, quien llegó a ser el brazo derecho de los Borbones y uno de los políticos más sagaces de todos los tiempos. La unión del poder civil con el religioso produjo en Francia muchos sufrimientos a los verdaderos seguidores de Jesucristo. 13 de septiembre del año 1851 nació en EEUU el famoso médico e investigador Walter Reed, quien usando los descubrimientos del sabio cubano Carlos Finlay logró la erradicación de la fiebre amarilla en Cuba y otras islas del Caribe, e hizo posible que la construcción del Canal de Panamá no se frustrara. 14 de septiembre del año 1849 nació en Rusia el gran científico Iván Pavlov, premiado en 1904 con el Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones científicas. 22 de septiembre del año 1791 nació en Inglaterra Michael Faraday, quien hizo grandes descubrimientos en el campo de la electricidad, materia casi desconocida en su época. 28 de septiembre del año 551 A.C., nació en China el gran filósofo Confucio, cuyas enseñanzas estaban basadas en el autocontrol y el amor al prójimo; en China es venerado como un semidiós. 29 de septiembre del año 1758 nació en Inglaterra el gran almirante Horacio Nelson, gloria de la marina inglesa. Famoso por vencer a Napoleón en la batalla naval de Trafalgar en el mediterráneo. Su estatua está en la plaza Trafalgar de Londres. Todos estos hombres, de una manera u otra, han impactado la historia de sus países y del mundo, para bien o para mal. El 1ro de septiembre del año 1939 comenzó la 2da Guerra Mundial por la invasión alemana de Polonia. Yo tenía un año de edad. La 1ra Guerra Mundial (1914-1918) había quitado a Alemania, vencida, algunas regiones que ellos reclamaban en las fronteras, pero ahora las nuevas autoridades alemanas, encabezadas por el maniático y carismático líder llamado Adolfo Hitler, las reclamaban. Hitler era un orador fogoso, y que sabía manipular muy bien las multitudes.
No ha sido el único en la historia. Los cubanos lo sabemos muy bien por amarga experiencia propia en Cuba. Los seguidores de Hitler casi lo endiosaron; él se presentó como el salvador de Alemania. La industria pesada alemana, que siempre fue muy buena, se transformó en una industria de guerra; en vez de tractores y autos se fabricaban tanques y cañones. Los países occidentales mostraron una gran debilidad frente a las pretensiones revanchistas del partido Nazi. Rusia firmó un tratado de no agresión con Alemania que se llamó El Pacto Ribbentrop-Mólotov, y por los nombres de los ministros de relaciones de ambos países que suscribieron. Gobiernos débiles en Francia e Inglaterra sirvieron de telón de fondo para las ambiciones de los orates del Tercer Reich. Así fue que en menos de tres años las fuerzas blindadas alemanas se pasearon por toda Europa, desde España hasta Suiza. Al loco de Berlín se unieron los militaristas japoneses que prácticamente convirtieron al Emperador en su rehén, y el no menos maniático de Mussolini en Italia. El famoso Eje Berlín, Roma, Tokio era la misma representación del infierno. El mundo nunca debe olvidar los horrores de la 2da Guerra Mundial. Se calcula que unos 60 millones de personas murieron, la mayoría civiles indefensos. Rusia pagó un alto precio con 20 millones de muertos. Los judíos en el Holocausto pusieron seis millones de muertos, y así sucesivamente. Debemos orar y trabajar para que este horrible genocidio nunca se repita. La Biblia nos exhorta a amarnos los unos a los otros, a perdonarnos los unos a los otros. Los problemas deben ser resueltos de manera pacífica y civilizada (Mateo 5:44) El primer lunes del mes de septiembre se celebra en esta nación El Día del Trabajo (Labor Day). La primera vez que se celebró este día fue el 5 de septiembre de 1882 en la ciudad de Nueva York. Los trabajadores de varios sindicatos se reunieron para reclamar de sus patronos mejoras salariales y otros beneficios laborales, y lo hicieron pacíficamente mediante manifestaciones callejeras. No es un secreto para nadie que, generalmente, los intereses de los obreros y de los patronos no coinciden.
La Biblia nos exhorta a trabajar. El apóstol San Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica les dice: «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma» (2da de Tesalonicenses 3:10). El trabajo no es un castigo como algunos erróneamente enseñan; antes de la caída ya Dios había ordenado a Adán que trabajara en el huerto de Edén (Génesis 2:15); la caída lo que hizo fue hacer que el trabajo fuera fatigoso (Génesis 3:19). Desde el punto de vista cristiano el trabajo es digno y honroso. Jesucristo, nuestro Maestro y Salvador, fue un obrero manual, un carpintero. El trabajo ennoblece, el trabajo agrada a Dios; lo que no agrada a Dios es que hagamos del trabajo un Dios, que lo adoremos, que estemos totalmente entregados al trabajo y descuidemos la familia, la salud y las cosas espirituales. A veces hasta los cristianos usamos el trabajo como pretexto para cumplir con nuestros deberes espirituales, cuando esto ocurre estamos desagradando a Dios; en este país y entre los inmigrantes esto es un serio problema. Bien sabemos, que a veces hay personas que tienen más de un trabajo para poder sobrevivir en una sociedad de consumo como la nuestra, donde el afán por las cosas materiales a veces es enfermizo. Debemos trabajar para sostener nuestra familia, para no ser carga social, para ser personas productivas y útiles, pero no esclavos del trabajo; a veces las cosas buenas se vuelven malas si no tenemos un sentido correcto del límite. Felicitamos a los trabajadores en su día y le exhortamos a honrar a Dios a través del mismo (Juan 6:27). |
AutorNilo Domínguez Archivos
Enero 2021
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