La Navidad es una festividad cristiana, pero como otras muchas, ha sido secuestrada por el mundo no cristiano; la fiebre de la secularización ha llegado hasta ella. Cristo ha sido sacado fuera de la agenda, ya Navidad no es lo que debía ser: Cristo naciendo en Belén, Dios entrando en la historia. Hoy para muchos significa comprar regalos. Los comerciantes hacen la zafra en la Navidad, el 70 por ciento de las ventas, en este país, se hacen en el último mes del año, entre el Día de Acción de Gracias y el Día de Navidad.
Tenemos que rescatar la Navidad, esa es una tarea que tiene la iglesia cristiana por delante. Lucas 2:15 dice que la noche en que Cristo nació los ángeles anunciaron su nacimiento a un grupo de pastores de ovejas que realizaban su labor en las colinas cercanas a Belén. El coro angelical entonó «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…». Cristo era el Príncipe de Paz que anunció Isaías 9:6. El mensaje de la Navidad es un mensaje de paz. Paz vertical (Paz con Dios) y Paz horizontal (entre los hombres), pero esa paz sólo se logra cuando venimos al pie de la cruz, la cual tiene dos brazos: uno vertical (hacia Dios) y uno horizontal (hacia los hombres). No habrá paz en el mundo mientras los hombres no se rindan a Dios y no dejen que la sangre de Cristo limpie sus pecados. Durante esta Navidad el cañón sigue rugiendo en algunas regiones del mundo y en otras los narcos masacran a familias enteras como ocurrió en noviembre del año pasado con la familia mormona de LeBaron en México. Mientras no busquen a Jesucristo, el príncipe de Paz no habrá paz en el mundo. Pablo lo afirmó en Romanos 5:1 «Justificados, pues por la fe (en Cristo) tenemos paz para con Dios». Los hospitales psiquiátricos no dan abasto. Los opioides y otros sedantes se venden por toneladas. No hay paz en los hogares. El divorcio es terrible. No hay paz en las naciones. La gente se lanza a las calles a protestar y lo que hacen es vandalizar. Ejemplos tenemos de sobra todos los días. Los robos en los hogares han aumentado al tripe en los últimos años en EE.UU.; necesitamos volver al Niño de Belén y sobre todo al hombre del Calvario. Realmente, esto sería celebrar cristianamente La Navidad. (2da de Corintios 5:17)
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El 15 de diciembre de cada año se celebra en este país el Día del Bill of Rights (La declaración de Derechos), pero ¿qué es eso? Como ciudadanos de esta gran nación debemos conocerlo.
Tan tempano como el año 1789, recién nacida la nueva nación, el presidente George Washington prometió a sus conciudadanos, que además de La Constitución había un documento adicional que garantizaría una serie de derechos de cada ciudadano, el cual se hizo por petición expresa de muchos de ellos. Así las cosas, en la primera reunión del Congreso de la Unión, el congresista James Madison presentó una lista de 17 enmiendas a La Constitución, que después de ser leídas y releídas se acordaron diez de ellas, lo cual conocemos como el Bill of Rights. La primera de estas enmiendas tiene que ver con la libertad de prensa, religiosa y reunión. Otra de las enmiendas, muy mencionada en estos tiempos, es la segunda que tiene que ver con el derecho de portar armas de fuego; lo cual ha sido cuestionado mucho últimamente por la proliferación de los tiroteos y las masacres causadas por personas que han hecho uso indebido de ellas; allí se explica que esto se hace para evitar gobiernos tiránicos y que el pueblo tenga la oportunidad de declinar de forma violenta llegado el caso. Y así sucesivamente son un total de diez enmiendas que forman el Bill of Rights. Hay otros países que tienen leyes similares, Canadá, Francia, Inglaterra, etc., pero el más famoso punto de referencia sobre este asunto es lo que se conoce como La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptados por Las Naciones Unidas el 10 de diciembre del año 1948. Dicha declaración no tiene poder coactivo sobre individuos en particular, ni aun sobre naciones, pero nos da un panorama general de cómo se espera que funcionen las naciones democráticas en el mundo. Ojalá que Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países se miren en este espejo y traten de mejorar su imagen en este sentido; después de la vida nada hay más valioso que la libertad y la dignidad plena del hombre, Martí quería que fuera la ley primera de su patria. (Juan 8:32 y 36) Poner en pie de guerra a una nación no es fácil, solo acontecimientos muy poderosos pueden logar eso, como lo ocurrido el domingo 7 de diciembre del año 1941, hace hoy 79 años.
La II Guerra Mundial había comenzado en Europa el 1ro de septiembre de 1939, pero los norteamericanos no intervinieron en ese conflicto hasta que llegó el ataque a Pearl Harbor. Dicha madrugada la mayor parte de la flota norteamericana del Pacífico estaba anclada en la rada de la bahía, la más importante base naval norteamericana del Pacifico. Más de 2,400 soldados norteamericanos murieron ese día en este ataque cobarde que puso en pie de guerra a toda la nación. El eje Berlín-Roma-Tokio ya llevaba tres años desafiando al mundo. Las hordas de Adolfo Hitler, en Europa, habían conquistado el continente. Japón, en Asia, había invadido la Manchuria china y amenazaba con invadir Rusia por el lejano oriente. Mussolini masacraba a los africanos en Etiopía y otras regiones de África. El mundo entero ardía en llamas. La carnicería más grande que jamás se había conocido estaba en marcha, solo faltaba dar el zarpazo sobre los Estados Unidos de Norteamérica; dicha movida le tocó a los militaristas japoneses que ansiosos de poder habían sumido a su país en una horrible guerra, que finalmente se volvería contra ellos. Hubo páginas gloriosas en la Guerra del Pacífico; el General MacArthur, designado para detener a los japoneses, tuvo que retirarse vergonzosamente derrotado de las Filipinas y de muchas de las posesiones norteamericanas del Pacífico. Al principio de la Guerra del Pacífico los japoneses tenían la ventaja, los soldados japoneses a diferencia de los norteamericanos, estaban preparados para la guerra irregular en las islas boscosas y selváticas del Pacífico. Un soldado japonés sobrevivía con un mendrugo de pan o arroz, mientras que los norteamericanos necesitaban un mayor apoyo logístico. Finalmente, el bien venció al mal, la luz venció a las tinieblas, el amor venció al odio. Japón fue vencido al elevado costo de Hiroshima y Nagasaki. (Salmos 34:21) Cuando terminó la Primera Guerra Mundial las fronteras del mundo sufrieron grandes cambios. Por ejemplo, el imperio otomano desapareció prácticamente; una de esas regiones era la región de Palestina (la tierra santa o Canaán), la cual le fue dada a Inglaterra (uno de los vencedores) en fideicomiso.
El fideicomiso es una figura legal que significa administración temporal de cierta región; ese fue el estatus de esa región del mundo. Bajo el dominio inglés miles de judíos que estaban dispersos por todo el mundo (la Diáspora) regresaron a las tierras que Dios había prometido (la tierra prometida) a Abraham. Miles de judíos pelearon junto a los aliados tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, esto hizo que el entonces ministro de relaciones exteriores de Inglaterra, Sir Balfour, recomendara establecer allí un estado judío; dicha recomendación fue tomada en serio por la Organización de las Naciones Unidas, la cual reunida en Nueva York el 29 de noviembre de 1947 acordó la creación de dos estados, uno israelí y otro árabe. Los israelíes aceptaron el plan de la ONU, mientras que los árabes lo rechazaron. Así fue como a partir del momento mismo de la creación del estado israelí, los árabes decidieron destruirlo, y ha habido varias guerras donde esto se ha intentado, sin resultado. Siempre de manera milagrosa Dios ha protegido a su pueblo. El 14 de mayo de 1945 el primer ministro israelí David Ben-Gurión proclamó el Estado de Israel, al otro día los árabes invadieron a Israel simultáneamente; esta guerra duró hasta julio de 1949. Los judíos llaman a esta guerra la Guerra de Independencia, pero en 1956 los árabes volvieron a atacar a Israel, en esta ocasión Francia e Inglaterra apoyaron a Israel por razón de que el Canal de Suez, importante vía marítima entre Europa y Asia estaba en peligro. Esta guerra terminó con un frágil armisticio entre las partes beligerantes, pero constantemente los judíos eran provocados por sus vecinos árabes ¡hasta que llegó el mes de junio de 1967 cuando estalló la llamada Guerra de los Seis Días. ¡El resto de la historia es de todos conocida! Cuando Abraham Lincoln (Abe) era un jovencito hizo un viaje por el río Mississippi a Nueva Orleans; él y su padre eran leñadores que vendían los troncos a un mercader que los llevaba a ese destino. Un día el mercader invitó al joven Abe a hacer un viaje, mas cual sería la sorpresa que se llevó Abe cuando presenció en Nueva Orleans un mercado de esclavos, algo nuevo e incomprensible para el joven leñador, que tenía principios cristianos; y dice la historia, que horrorizado prometió ante Dios «Si algún día puedo, erradicaré este horrible comercio, aunque me cueste la vida». Al llegar a la presidencia de su país desde el primer momento intentó realizar su promesa, por eso el 21 de septiembre del año 1863 y terminando su primer período presidencial, firmó lo que se llama La Proclamación de la liberación de los Esclavos Negros en EE.UU. No hay que decir que este fue el detonador de la Guerra Civil entre los estados esclavistas del sur y los estados abolicionistas del norte. Finalmente, le costó la vida al que hizo la proclamación. Lincoln fue asesinado por un fanático sureño el 14 de abril del año 1865. Tal como lo había prometido cuando era un joven leñador, no vaciló en llevar a cabo su promesa cuando fue presidente de esta gran nación.
El mundo nunca olvidará a Abraham Lincoln. Recuerdo que la primera vez que vine a esta gran nación en el verano del año 1960, visité la estatua de Lincoln sentado en Washington DC; dicha visita a ese lugar, que es como un santuario nacional, marcó para siempre mi vida. Allí pude leer el famoso discurso pronunciado por Lincoln tras la batalla de Gettysburg y que termina diciendo «El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo jamás desaparecerá de la faz de la tierra». Yo tenía 21 años cuando leí esas palabras, hoy tengo 82 años, pero nunca las he olvidado ni las olvidaré. La libertad es después de la vida misma, el más grande regalo de Dios a la humanidad. Trabajemos y luchemos para que nunca desaparezca de la faz de la tierra. Amén (Juan 8:32 y 36) El 4 de julio del año 1776 fue firmada en Filadelfia la famosa Declaración de Independencia de esta nación. Las trece colonias estaban inconformes con las leyes fiscales que venían de Inglaterra. El rey Jorge III no atendió los reclamos de los colonos ingleses en América del Norte, que ya se sentían mayores de edad y pensaban que esta gran nación ya había llegado a la mayoría de edad y que por lo tanto debía gobernar sus propios negocios.
Después de algunos incidentes violentos donde se derramó sangre esta inconformidad se tornó anhelo de libertad e independencia. Así es como los delegados al II Congreso Continental toman la decisión de declarar su independencia de la corona inglesa. Un total de 56 personas firmaron el famoso documento que hoy se guarda celosamente como un tesoro de inapreciable valor. La Declaración fue redactada por tres grandes y brillantes hombres, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams. Se dice que el más culto de ellos era Benjamin Franklin, pero el que la escribió de su puño y letra fue Thomas Jefferson, que tenía una letra muy hermosa. La redacción de esta Declaración fue en un tono elevado sin amarguras ni palabras indecorosas. Se hacía valer la importancia de la libertad del ser humano, independientemente de su raza, sexo, nivel social, religión, etc.; no cabe dudad de que sus redactores tenían valores cristianos. Todos eran cristianos fervientes y miembros de las iglesias protestantes de la época (bautista, metodista, presbiterianos, etc.); esta declaración fue circulada ampliamente. Se hicieron copias y hombres a lomo de caballos fueron por las más importantes de las 13 colonias dando a conocer su texto. La Declaración de Independencia se considera como el documento más sagrado de la nación americana, sólo comparable con la Constitución o La Biblia. La libertad es después de la vida misma el don más sagrado y valioso que el Creador ha dado al ser humano, pero cuando la libertad política no va acompañada de la libertad espiritual que Cristo da esta corre peligro de convertirse en libertinaje. (Juan 8:32 y 36) Ayer, tercer domingo del mes de junio celebramos en este país y en otros el tradicional Día de los Padres, aunque este día no tiene la misma importancia que El Día de las Madres, queremos destacar que cuando La Biblia dice «Honra a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12) los está poniendo a ambos en el mismo nivel. Tanto papá como mamá son dignos de todo nuestro amor, respeto y consideración.
Los pueblos del Lejano y Cercano Oriente han tenido siempre un gran respeto por las personas mayores y especialmente por sus progenitores. El pueblo de Israel es un ejemplo de ello, pero no es el único. Los chinos y otras culturas del Lejano Oriente tenían igual respeto por los ancianos; pero, lamentablemente en Occidente esto hoy no es igual, la razón es obvia, la cultura occidental, que en sus orígenes es judeocristiana se ha ido mezclando con otras culturas, y lógicamente ha traído grandes cambios ¡que no siempre son los mejores! Es curioso destacar la promesa que hace Dios en su Palabra a aquellos que honran a sus padres (para que tus días se alarguen en la tierra), esto es muy significativo. Hay un viejo refrán español que dice así «El que no oye consejo no llega a viejo». No cabe dudas que las personas mayores tienen algo de que carecen los más jóvenes ¡experiencia! Haber vivido es haber tenido muchas experiencias. Yo ya ando por los 82 y lo sé muy bien, cuando un joven no aprecia los concejos de un anciano, lamentablemente está desperdiciando valiosos concejos que le podrían ahorrar sufrimientos y amarguras. La vida no es fácil de vivir, aun las personas que han nacido en naciones civilizadas y adelantadas como EE.UU. saben que cada día es una incógnita. El camino de la vida está lleno de curvas y de baches impredecibles, pero cuando alguien ya ha transitado por el mismo y nos avisa eso es de mucha ayuda. Aprendamos a respetar y a amar a nuestros padres y de seguro que nos será de mucha bendición. ¡Amen! Toda nación tiene su bandera. Hoy 15 de junio se celebra en este país el Día de la Bandera. La bandera norteamericana de hoy tiene las tradicionales 13 franjas (7 rojas y 6 blancas) y 50 estrellas que representan los 50 estados de esta nación, pero siempre no ha sido así. La primera bandera acordada por los constituyentes norteamericano fue en el año 1777, y constaba de 13 barras y 13 estrellas, lo cual ha ido cambiando con el tiempo. Hoy tiene 50 estrellas. La última estrella fue añadida en el año 1960 cuando Hawái fue añadido como el estado 50 de la unión americana.
La forma actual definitiva de la bandera americana fue ordenada por el presidente Taft en 1912. Sobre el uso de la bandera americana hay algunas suposiciones que debemos conocer.
Ayer, segundo domingo del mes de mayo se celebró en muchos países el ya tradicional El Día de Las Madres; esta es una celebración de origen cristiano, aunque el mundo secular y comercial lo han secuestrado. La maternidad es un don de Dios, en la antigüedad se creía que cuando una mujer no tenia hijos era desfavorecida de Dios; esa idea, aunque errónea, tenía alguna razón, los hijos son una bendición de Dios. Así lo afirma La Biblia en el Salmo 127 «Herencia de Dios son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre».
Si esto es así, entonces por qué algunas mujeres no quieren tener hijos y acuden a los métodos criminales del aborto; esto nos habla de un mundo que ha perdido la razón, de una sociedad donde la vida humana ha perdido su valor. Los cristianos somos pro vida. Nunca olvidaré cuando mi madre se negó a hacerse un aborto, aunque los vecinos se lo recomendaban. Nunca olvidaré cuando mi esposa salió embaraza de nuestro hijo más pequeño, ya teniendo más de 40 años, y la mujer del médico le recomendó que interrumpiera el embarazo. Qué sociedad esta donde la vida de un niño no tiene ningún valor. Gracias a Dios, todavía hay gente que tiene corazón y razón para alzar su voz contra estas prácticas diabólicas diciendo «No al aborto, porque la maternidad es un don de Dios». En la Biblia se habla en tono elogiosos de las madres, pero a mí siempre me ha impactado mucho la historia de Ana, la madre del profeta Samuel, su historia es conmovedora, ella tenía todo lo que una mujer pudiera desear, marido, casa, criadas, recursos, etc., pero ella lloraba porque no tenía un hijo y oró a Dios y Dios se lo dió; esta historia debe ser leída por aquellas mujeres que piensan que la maternidad es un estorbo, que piensan que tener hijos es un fastidio, porque les impide muchas cosas, esas son ideas del diablo. Lo cierto es que la maternidad es un don de Dios. Felicidades a todas las madres que saben apreciarlo. Amén. Ayer fue el Domingo de Resurrección (Easter Sunday). No podemos dejar de recordar que Cristo no se quedó muerto en la tumba; eso es lo que el diablo hubiera querido y eso es lo que muchas falsas religiones han hecho al dejar a Cristo en el crucifijo. Cristo está vivo y activo. Alguien ha dicho que la resurrección de Cristo es «la piedra fundamental de la fe cristiana» con esa verdad el cristianismo se levanta o se cae (Josh Macdowell).
Hace algunos años mi segundo hijo visitó Jerusalén, fue un viaje de su iglesia. Él me llamó por teléfono a Cuba y me dijo «Papi, he visitado todos los lugares donde Jesús estuvo. Caminé por las calles de Belén. Me bañé en el río Jordán, donde Cristo se bautizó. Comí pescado del Mar de Galilea. Caminé por las estrechas callejuelas de Jerusalén, pero el lugar que más me impresionó fue la tumba de Cristo ¡está vacía! Es bueno recordar eso. Las tumbas de todos los grandes líderes religiosos tienen todavía algunos de los huesos de sus cuerpos; en la Meca (Arabia Saudita) reposa, según dicen, algunos huesos de Mahoma en Ceilán (actual Siri Lanka), dicen que hay un santuario que tiene una muela de Buda, se dice que en algún lugar secreto de Irán está la tumba de otros santones, pero la tumba de Cristo está vacía, es apenas un lugar para que los turistas se retraten ¡Cristo está vivo y activo! (1ra de Corintios 15). Cuando recordamos la resurrección de Cristo estamos recordando que adoramos a uno que vive para siempre. Jesús se presentó como Dios encarnado. La fe cristiana reposa sobre esa gran verdad ¡Cristo está vivo! De no ser así no vale la pena ser cristiano, Pablo lo dice bien claro; nuestra fe sería vana, pero gracias a Dios que nuestra fe está puesta en aquel que vive y reina para siempre. Él dijo ante la tumba de Lázaro de Betania «Yo soy la resurrección y la vida el que en mí cree, aunque esté muerto vivirá (Juan 11:25). Cristo vive y da vida. Vida abundante (Juan 10:10). Vida eterna (Juan 3:16). Esa es la piedra angular del cristianismo ¿Crees que Cristo vive? Si no lo crees eres digno de lástima. Yo sí lo creo y te invito a que también lo creas. Amén. |
AutorNilo Domínguez Archivos
Enero 2021
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