El 12 de octubre del año 1492 ocurrió un suceso que cambió el curso de la historia, ese día, después de casi dos meses de navegación el Almirante Cristóbal Colón llegaba por fin a lo que había soñado por años, descubrir un nuevo mundo. Colón pensó que había llegado a la India, por eso llamó «indios» a los habitantes del lugar. Detrás de este gran suceso hay toda una historia de abnegación, sacrificio y sobre todo de fe. Aunque muchos no lo sepan, Cristóbal Colón era un hombre de fe, su fe estaba basada en La Biblia, la cual leía diariamente, allí en sus páginas había encontrado confirmación a su teoría de que la tierra era redonda (Isaías 40:22).
Hace poco leí una biografía de Colón donde hacía referencia a su niñez, etapa casi desconocida de la vida del gran navegante. Su nombre, Cristóbal, viene del latín Christoforo que significa cargado de Cristo. Dicen sus biógrafos que una de las cosas que le movió a tratar de llegar a la India era llevar la fe cristiana a los inconversos de esa parte del mundo; esa fase de la vida de Colón era desconocida para muchos, entre ellos yo. Qué bueno saber que no sólo eran las ambiciones comerciales y políticas de los reyes de España lo que movió la gran empresa de Colón, sino algo más noble, la evangelización del nuevo mundo, ¡¡eso sí es loable!! El motivo más noble que puede movernos a hacer algo, ya sea un invento, ya sea una labor social, etc., es servir a Dios, ser usados para que otros conozcan la verdad del evangelio. Ciertamente Colón trajo al Nuevo Mundo la fe católica, que es muy diferente a la verdadera fe bíblica que predicaron Jesús y sus apóstoles, pero de alguna manera, aunque a veces mutilado o hasta distorsionado, el evangelio llegó a América. Ahora toca a nosotros, los que conocemos la verdad, hacer que los hombres de nuestra época conozcan al verdadero Cristo y que si seamos portadores de Cristo. Eso es lo que ordena La Gran Comisión (Mateo 28:19-20)
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AutorNilo Domínguez Archivos
Enero 2021
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