Un día como ayer, 28 de junio, pero del año 1914, comenzó La Primera Guerra Mundial, ya han pasado 106 años de ese infausto acontecimiento que dio inicio al siglo más sangriento de la historia humana, el siglo XX. Los sucesos fueron así:
Ese día, domingo, un joven de 18 años, estudiante, asesinó en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando y su esposa, sobrino del emperador Francisco José I, posible heredero del trono del imperio austrohúngaro. Dicho suceso desencadenó La 1ra Guerra Mundial, que triplicó el número de muertes (60 millones), y ha sido la causa de muchos de los males actuales que nos han tenido al borde de una 3ra y final Guerra Mundial. Cuando hablo de estas cosas me pregunto ¿Por qué los hombres no resuelven sus problemas y diferencias en la mesa de negociaciones y por medios pacíficos? La razón es muy sencilla, el corazón humano está dañado. Mientras haya odio en el corazón nadie podrá impedir que los cañones rujan y que las bombas exploten. Se ha intentado evitar las guerras mediante alianzas militares (Pacto de Varsovia, Organización del Atlántico Norte, etc.), pero lo cierto es que cada día hay más violencia en el mundo; cada día los arsenales nucleares se siguen nutriendo de nuevas y poderosas armas de destrucción masiva. Mientras el Príncipe de Paz no reine en los corazones de los hombres la paloma de la paz no tendrá donde posarse. Las ambiciones territoriales siguen en pie. Las ambiciones económicas siguen vigentes. Mientras los hombres sean dominados por el odio y no por el amor, mientras haya personas (pueblos) que se crean superiores a otros, como fue el caso de la Alemania Nazi que sostenía que la raza aria era superior a las demás, habrá guerras y conflictos. ¡Miremos al Calvario! ¡Miremos al Cordero de Dios! ¡Miremos al Príncipe de Paz! (Isaías 45:22)
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AutorNilo Domínguez Archivos
Enero 2021
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